jueves, 23 de febrero de 2012

Vampiros de energía

Los vampiros psíquicos son una raza de seres que se alimentan de la energía psíquica, emocional y corporal de sus víctimas.


Las leyendas etílicas afirman que los vampiros psíquicos no siempre son conscientes de su condición. Muchos de ellos, incluso, aseguran a viva voz que sólo dedican al comercio, las finanzas, la política o la timba.

El vampirismo psíquico se extiende por todos los estratos sociales. Normalmente, la definición: vampiros psíquico -o vampiro emocional- es aplicada por las clases sociales altas. Los pobres simplemente los denominan: mufas, yetas o turcos. Existe una mecánica similar en otros términos. Por ejemplo, si ud es rico, y adepto a las mentiras, será catalogado como mitómano, mientras que si es de recursos moderados, será llamado pelagatos, chanta, pelafustán, etc.

Los vampiros psíquicos pueden ser tanto hombres como mujeres. Incluso se ha sabido de una cotorra vampira en las costas del Báltico. Los lugareños la bautizaron Arghailgh, debido a la acidez de sus comentarios.

Los vampíros psíquicos masculinos suelen ser hombres bucólicos, taciturnos; el típico caballero que observa las tertulias con cara de culo, pero que jamás deja de asistir a ninguna. Suelen dedicarse a la psicología u otras ramas de lo paranormal. Son petisos, hirsutos, y rinden un macabro culto a Marcel Marceau.

Los vampiros psíquicos femeninos son los más astutos. Jamás revelan su naturaleza, debido a que su digestión es más lenta que la de sus colegas masculinos. Pueden pasar años vampirizando a familiares, amigas o aves de corral, sin que nadie detecte sus hábitos pecaminosos. Son evangelistas.

Para finalizar, diremos que nadie está a salvo de los vampiros psíquicos. En efecto, todos somos, de algún modo u otro, vampiros o vampirizados. Ni siquiera nosotros, faro del saber, estamos libres de alguna que otra mamada energética. Mientras algunos chupan enloquecidamente la teta kármica de sus congéneres, nuestro querido Espejo Gótico no tiene reparos en desparramar sus conocimientos lácteos a todos los vampiros psíquicos -y literarios- que pululan por la web.

Los siete pecados capitales


A sabiendas o no una marca personal puede apartarse de las buenas prácticas. Los resultados de esta situación son generalmente malos para la salud tanto física como espiritual. En este post indico siete prácticas que apartan a una marca del buen camino y que es conveniente conocer para evitar o enmendar. Os invito a que me ayudéis a ampliar la lista.
Soberbia: Cuando proyectas a través de tu marca que eres superior a los demás, menospreciándoles. Incapacidad para reconocer el talento ajeno.
Una actitud de marca que se apoya en la soberbia acaba recibiendo como pago la ignorancia y el descrédito por parte de su audiencia. Es una buena vía para convertirse en spam.
Invisibilidad: Si no te ven no existes. Ojos que no ven marca que se muere.
Más claro el agua.
Avaricia: Dar poco y pedir mucho, no tener reciprocidad. No devolver favores, recomendaciones, retwiteos son sus manifestaciones básicas.
Pillar al avaricioso cuesta poco tiempo y acaba por ser ignorado.
Envidia: Cuando la misión implícita o explícita  de la marca es hundir a los demás.
Al final se pierde la credibilidad.
Reactividad: No tomar la iniciativa, actuar a remolque de los acontecimientos.
El riesgo es que sean las circunstancias las que impongan el camino a seguir y la marca sea un mero títere.
Falta de creatividad: No tener propuestas propias de valor, basarse siempre en opiniones y propuestas ajenas.
La marca que no crea  y que solo difunde contenidos ajenos se convierte en un rumor.
Apatía (falta de pasión): Huir del compromiso, no promover el cambio, no buscar y proclamar el sentido de las cosas que hacemos.
La pasión es la esencia de la marca. Cuando falta o no se transmite de manera eficaz la marca desaparece de la mirada de la audiencia y muere.
Si te das cuenta de que tu marca personal está entrando por alguno de estos derroteros actúa y por supuesto cuenta con nosotros.